¡Que os jodan!: el mejor resumen de su política

De todos es sabido que el poder envilece. El que lo goza desde el nido puede optar por acostumbrarse a él y ser consciente de la realidad que le rodea o elegir el camino de desligarse de la otra realidad y creerse por encima de ella. Los que suelen adquirirlo después, se suelen adherir a la segunda opción, con contadas excepciones.

Sin embargo, siempre he considerado que  mirar por encima del hombre a otro ser es una simple muestra de nuestra pobreza de espíritu; de no tener muchas miras y de carecer de una visión que se propague más allá de nuestro ser: todos tenemos alguna virtud, cualidad, habilidad o conocimiento, sea en el campo que sea, que supera al visionario que cree estar por encima nuestro. 


Si esto lo extrapolamos a la situación actual y, concretamente, a las actuaciones de ciertos miembros del gobierno, tenemos ante nosotros un claro ejemplo de miradas altivas, o lo que es lo mismo, de supina prepotencia.


Así, unos trabajadores que piensan que han dejado de serlo por dirigir un país, no sólo evidencian su nulo grado de empatía hacia otros trabajadores menos afortunados en salario y en complementos, sino que intentan exprimir a los segundos para intentar sacar a un país de una crisis. En vez de conseguirlo, nos hunden más en ella ya que las políticas económicas que emplean rozan el absurdo y distan mucho de ser tomadas por entendidos en la materia. 

Ser títere de un títere -el segundo títere lo mueve una mano europea- que pretende que los de abajo hagan grandes sacrificios mientras los de arriba dan muy poco ejemplo, alienta el calentamiento global mediante el humo que generan los ánimos de los sacrificados. 

No se contentan con vapulearnos, no, quieren que la libertad de reunión y, por ende, de expresión pase a mejor vida pues tienen como objetivo elevar a delito convocar protestas a través de las redes sociales. Buscan un pueblo dormido, una masa que pase desapercibida pero que pague las facturas de las fracturas económicas. Así, estudiar se está convirtiendo en un lujo y ponerse enfermo, en otro. 

El sistema debería velar por los más desfavorecidos y luchar para que la sociedad pueda vivir dignamente y con plenos derechos. Parece ser que esto no es lo que interesa ya que si todos tuviésemos los mismos derechos y fuésemos igual ante la justicia, el negocio de muchos desaparecería. 

Mientras tanto, siguen mofándose de nosotros. No tienen miedo a que se llenen las calles. No. Siempre podrán decir desde el balcón de sus mansiones o desde el comedor ante su televisor: ¡que os jodan! A fin de cuentas, no esperábamos menos ya que sus hechos corroboran sus palabras desde hace ya mucho.

TAMARA GC


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