El miedo al que el poder lo pueda tener otro

El resultado de las pasadas elecciones ha puesto nervioso a unos cuantos. Han visto que pueden perder el poder que hasta ahora habían asido con tantas ganas que les había llevado a olvidarse de que trabajan para aquellos a los que estaba exprimiendo.

El jugar con la mano que te elige tiene un coste y la factura se la han cobrado en la disminución de los votos. Ha habido, no obstante, algunos incautos a los que le debe gustar que les flagelen, porque que los empresarios voten a la derecha es hasta comprensible, pues defienden hartazgo sus intereses, pero que lo haga el trabajador, que es la inmensa mayoría, eso, es de ser masoquistas.

La conclusión a la que cualquiera podría llegar es que España quiere un cambio, lo desea y se ha volcado con las nuevas formaciones. Excepto, como hemos referido, los conservadores retrógrados a los que les encanta que les vapuleen o les es indiferente, cosa no menos preocupante.

Los cambios requieren valentía y un esfuerzo por parte de todos: los que confían en él puesto que ya son muchas las decepciones y los que han de abanderar el nuevo camino pues siempre habrá piedras que les comportarán un sobreesfuerzo.

Sin embargo, no han empezado y no sólo han hallado pequeñas barreras sino que están teniendo que lidiar con troncos y orcos antes de llegar al poder. 

Esto está siendo especialmente palpable en Madrid, donde una Esperanza desesperada no sabe qué hacer para que Carmena no gobierne y en el que hemos podido ver cómo un, por suerte, grupo muy reducido de personas se concentraba para protestar por las nuevas sendas y lo hacían cantando algo del pasado, concretamente del franquismo, época que ya está bien que forme parte de ese pasado al que no queremos, ni por asomo, volver. No dulcifiquemos una etapa de la historia de España de la que quedan muchos muertos silenciados bajo muchos lugares del territorio y que el que hace alusión con esas canciones, no sabe mucho de historia o no tiene ninguna conciencia.

En el vídeo podéis ver el pavor que se muestra ante el cambio que se ha votado:



La democracia es la voz del pueblo y nadie debería cuestionarla.

T.
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