INDIGNADOS EN EL INTERIOR

Hace un tiempo me leí un libro que da título y origen a un movimiento de protesta ciudadana. No es difícil averiguar, así, de qué libro se trata. Indignaos es un libro de apenas treinta páginas escrito por un ex combatiente de la resistencia francesa y el único redactor vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. En sus hojas expone cómo la indiferencia es la peor de las actitudes y, por ende, estar indignado con cualquier elemento mundano es la postura que puede hacer progresar al mundo hacia algo mejor. Lo más destacado, no obstante, es su abogar por la no violencia y se llega a comentar que el futuro pertenece a los pacifistas. El ex combatiente de la resistencia francesa y diplomático ha pasado a ser un icono de despertar conciencias a partir de sus escritos. ¿Basta con despertar conciencias si no se concreta en nada? ¿Basta con alzar las manos sin pensar en ir más allá y hacer que éstas hagan algo más? No basta. 
La indiferencia es una postura contraria a toda acción por lo que Hessel nos invita a rechazarla como postura y nos invita a involucrarnos en nuestra realidad para intentar cambiarla. Si bien recuerda tiempos pasados en los que se luchó contra las injusticias del nazismo no alcanza a comprender cómo se toleran en la actualidad otros vapuleos que sufre la sociedad y ésta no actúa para frenarlos. 
¿Qué sucede? A caso, ¿no hay suficientes personas que lo están pasando mal para que una unión sea fructífera y dé resultados que caminen hacia un aporte de soluciones que garanticen un mañana mejor? Al parecer la desunión se erige más poderosa que los problemas que puedan tener en común. El estado del bienestar ha dejado demasiadas personas acomodadas mentalmente para sublevarse desde la raíz. Sin embargo, también hay que plantearse el porqué de esa postura: tal vez son conscientes de que el mundo no se mueve a su alrededor sino alrededor de los que concentran el poder en su persona y a estos, claro está, no les interesa cambiar esta situación porque su grifo cuenta con un caudal de cauce muy ancho. Darse cuenta lleva a la frustración. Elevar la voz y no ser escuchado, tan sólo acrecienta este estado. Cambiar un estado es modificar el pensamiento de una persona para que altere su postura y se mueva hacia la consecución o el intento de consecución de soluciones. Soluciones que no espera de los que se llaman sus representantes ya que, de momento, no han hecho ni el gesto por oír a nadie. Quizás a ellos mismos cuando su voz resuena en las abigarradas paredes de sus despachos. 
Todo ha quedado en nada. De ellos poco se habla ya. Forman parte del pasado y a muchos les conviene olvidarlos tanto como les conviene no hacer caso unísono a sus propuestas.




TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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About Fernando y Tamara

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