ANTONIO MOLINA


            Hace pocas fechas he tenido la gran fortuna de que cayeran en mis manos la colección completa de las películas de ese cantante tan grande como fue Antonio Molina, nueve en total que son una delicia para los sentidos.
            Evidentemente, no era un actor en toda regla, pero escapaba bien a los personajes que tuvo que hacer, por eso algunas películas son mejores que otras, sin embargo, son recomendables, sobre todo si queremos echar una ojeada a cómo era el cine que se hacía en esos años, que no todo era bueno ni malo.
            Antonio Molina a los más jóvenes del lugar no les sonará apenas, pero a la gran mayoría nos suena y por qué no decirlo alto y claro, suena muy bien.
            Hombre nacido en la tierra del que les escribe estas líneas, Málaga, en la zona del populoso barrio de Huélin, un barrio obrero y pescador, pero con una cultura del cante y del baile muy singular.
            Les puedo hablar de su voz totalmente inimitable, con unos registros muy difíciles de conseguir y que sólo él sabía donde tenía que llegar y dónde parar. Pero no sólo era eso, Antonio Molina tenía dulce en la voz, se le puede escuchar sin estridencias y podía echarse a cantar por muy variados y diferentes palos del cante.
            Nació en un mes de marzo frío de 1928, como lo eran aquellos en los que no había muchas comodidades, pero se suplantaba por la honradez y el calor humano del día a día.
            Hay pocas personas que saben que él comenzó a ganarse la vida en este medio a partir de los catorce años en que se traslada a Madrid y se presentará como muchos otros artistas del gremio y de la época, a aquellos concursos de jóvenes talentos que tanto abundaban en las más importantes emisoras de radio del país.
            Ahí ganará varios premios y al final en 1949 consigue grabar un primer disco con canciones tan bien logradas en su voz como “El macetero” o “El agua del avellano”, por cierto decir también que esa canción de “El macetero” le hará entrar en el cine pues sería el protagonista de un cortometraje del mismo título de esa canción en 1951.
            Dos años después ya hace su primer largometraje, “El pescador de coplas” una comedia costumbrista y llena de buenos momentos donde la sonrisa no falta y es donde se le puede ver desarrollando lo que mejor sabía hacer: cantar.
            Un año antes de esta película, en 1952, ya pisa las primeras tablas de un teatro con el espectáculo “Así es mi cante”, donde se populariza aún más si cabe su forma de actuar, con una sonrisa en los labios y con ese falsete tan prolongado que a los que lo escuchaban, se quedaban sin aire mientras él seguía adelante pero sin quebrarse.
            Tras el éxito de la película y sus canciones en la radio, Antonio Molina lleva su propio espectáculo, “Hechizo” y alternará con varias películas más de gran éxito en los siguientes años.
            Quizá sea en “Esta voz es una mina” donde tenga su mayor éxito discográfico pues ahí salió la canción por la que todos lo recuerdan “Soy minero”, película que le reportó grandes satisfacciones y títulos de leyenda como “Cocinero, cocinero” o “Adiós a España”
            Antonio Molina, también ha tenido la suerte de engendrar un clan de buenos artistas, fruto de su unión con la mujer de su vida, Ángela, con la que tuvo ocho hijos, la mayoría de ellos artistas. Nombres como Ángela Molina, Miki Molina en cine o televisión o Mónica Molina en la canción dan una buena muestra de los genes artísticos que supo depositar en ellos el genial cantante malagueño.
            Desde aquí un pequeñito homenaje a un grande del espectáculo de España: don Antonio Molina.

FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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