11 DE SEPTIEMBRE: DIEZ AÑOS DESPUÉS

A las tres de la tarde vi algo que me impresionó sobremanera como
a casi todo el mundo que en ese momento veía la televisión. Nunca he
sido muy dado en poner la televisión y menos para ver los telediarios,
sin embargo, ese día quería saber cuál era el tiempo meteorológico que
íbamos a tener pues al día siguiente me embarcaba para viajar.

Una casualidad de la vida, pues sí. Lo primero que vi fue una
conexión en directo con el World Trade Center de Nueva York, con las dos
famosas Torres Gemelas y en un segundo algo que impactaba contra una
de ellas, haciendo saltar varios pisos altos por los aires.

A renglón seguido, ya me pude percatar que aquello que estaban
echando no era una película de catástrofes típicas de algunas épocas en
las que Hollywood hace caja sobre posibles maneras de cómo acabar con
el mundo con la única solución que la intervención de los estadounidenses
para salvar al planeta.

Como digo, pudimos ver cómo de manera muy clara otro aparato
impactaba de manera cruenta en la otra torre, era un avión comercial y
aquello ya hizo que se te encogiera el corazón.

Estábamos presenciando en directo un atentado terrorista en toda
regla, un ataque en el corazón del orgullo norteamericano y eso era una
novedad. Estas palabras que pronuncio suenan muy frías pero les aseguro
que del estupor inicial pasé a sentirme totalmente fuera de lugar, como
todos los que en ese momento veían las imágenes en cualquier punto del
planeta.

Eran las nueve de la mañana en Nueva York, curiosamente el
momento de mayor afluencia de trabajadores que entraban en los
edificios y ocurrió lo inevitable: más de un millar de personas perdieron la
vida de una manera como siempre absurda.

Sin embargo, la solución que se les dio por parte de los Estados
Unidos primero y el resto de buena parte de países occidentales después,

fue la más errónea posible: “jugar a la guerra” pero ¿contra quién?

Se buscó un culpable con nombre y apellidos y se encontró
rápidamente: Bin Laden. Pero los servicios secretos norteamericanos,
judíos o británicos tan inmiscuidos en todo el mundo, primero no
pudieron prever los atentados y segundo debían buscar un culpable en
aquellos lugares más alejados de su territorio y por supuesto ya que se
había acabado con el “malo comunista soviético” le tocaba el turno
al “malo islamista” Y a partir de ahí aumentó la tragedia.

Primero entrar en Afganistán, en un país soberano a todos los
efectos para “cazar” al líder Bin Laden, ya vemos la primera ilegalidad, por
otro lado, como se retrasa esta cuestión, hay que acabar con los que
supuestamente ayudaron al líder terrorista, y se va contra Irak para
acabar con Sadam Hussein…

¿Cuál ha sido el resultado de todo esto? Las consecuencias han sido
y son nefastas a nivel mundial. La total desestabilización de la zona,
aumentando el integrismo en contra de todo lo que huela a occidental,
pero por desgracia muriendo muchísimas más personas que si se hubiera
hecho de otra manera, amén del enorme coste económico a lo que nos
está llevando todo ello, porque una buena parte de la culpa de la crisis
financiera que estamos viviendo se debe a la desestabilización de los
mercados del petróleo.

Diez años después yo me pregunto para qué sirvió esa masacre, sin
embargo, cuando pienso en las “soluciones” que se han tomado más
temor me causa, puesto que las consecuencias de éstas últimas las
seguiremos viviendo durante décadas.


FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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