Lo decía Jorge Manrique en sus magníficas coplas por la muerte de su padre. Quizá, por un ínfimo momento tuvo complejo de Nostradamus y la imagen de nuestro futuro político se le dejo entrever entre sueño y sueño. Entre pesadilla y pesadilla.
Hoy comienza un nuevo gobierno. Sin embargo, como el retorno nietzscheano que no cesa, creo que nos recordará a algunos otros mandatos padecidos en los cuales las políticas sociales no sólo pasaron a un segundo plano, sino que, más bien, estuvieron en un tercer o cuarto escalón, si no brillaron por su ausencia.
Sus secuaces han sido elegidos entre, al parecer, los más allegados y afines al cabeza de lista. En su devenir está afrontar una situación que no puede caer más en el declive pero que tampoco debería hipotecar todo aquello que se ha tardado años y años en conseguir ya sea en forma de prestaciones sociales, de libertades o de componentes de otra índole.
Tal vez, la sorpresa más sonada ha sido Gallardón que pese a estar entre los elegidos se le otorga una cartera de poco peso, con pocas competencias pero que, con ella, deja vía libre a una Ana Botella que podrá cumplir su sueño de ser alcaldesa.
¿Nos salvarán de la crisis? ¿Bajarán de forma drástica el paro? ¿Disminuirán las listas de espera? ¿Fomentarán una educación con calidad? ¿Preservarán las libertades? De momento, dos frases célebres de su líder dan respuesta a estas preguntas: "no hago milagros" y "la causa del paro es la destrucción de empleo". Con argumentos, así, no es de extrañar que muchos hayan optado por apostar por ellos.
TAMARA GONZÁLEZ C.
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