La madre, si es de verdad, no sólo lleva a su hijo o hija en su vientre durante más o menos nueve meses, sino que vela por ese niño desde que nace hasta que se hace mayor y quizá ingratamente ese pequeño ya grande la abandone en algún lugar donde ella nunca le gustaría verse.
El mundo está lleno de desagradecidos, de gente que sólo se mira a sí mismo y que no recuerda quién estaba ahí en sus momentos difíciles sufriendo en sus adentros y sacando una amplia sonrisa para que no se le notara su sufrimiento.
Son muchas madres las que están abandonadas en numerosas residencias, perpetuándolas a un ostracismo por haber hecho algo malo: tan sólo ser una madre.
Una madre se desvela sin pedir nada a cambio por hacer que sus hijos sean los mejores pero imbuyéndoles el espíritu de consequir todo lo que se propongan en la vida siempre de manera correcta, sin pisar a nadie.
Una verdadera madre espera nada de sus hijos. Sólo les acompaña en su devenir, abriéndoles el camino y preparándoles para lo que tengan que pasar en el duro transcurso que es el caminar por la vida.
Sin embargo, cuántas veces las valoramos en su justa medida, cuántas veces nos damos cuenta que teníamos que haber estado más cerca de ellas cuando sabíamos que necesitaban un poco de nuestro cariño. Solo nos damos cuenta cuando ya no es posible poder decírselo frente a frente pues bien se han ido a otra dimensión, o bien han entrado en un mundo totalmente diferente y suyo propio cuando ya ni saben quiénes somos.
Me siento así pues hace pocas semanas estuve en el Centro Asisitencial “Gota de Leche” y puder observar de nuevo cómo muchas de ellas no se diferencian de los muebles, pocos, que la rodean.
Se me cae el alma al suelo al ver en qué situación pueden llegar tan sólo por la falta verdadera de cariño que es lo único que demandan la gran mayoría de ellas.
Estamos inmersos en un mundo de mucha velocidad, no tenemos tiempo de nada ni para nadie y hemos de pararnos, de detenernos en pensar que quizá seamos nosotros en breve tiempo quienes ocupemos esas habitaciones y quizá si la enfermedad del olvido nos ha respetado, nos acordemos de nuestros hijos que pocas veces se acercan a vernos yh vemos pasar cómo también lo hacíamos nosotros con ellas.
Nadie está libre de pecado decía Jesús de Nazaret. Así es. Nadie podemos decir nunca que nosotros no lo haremos, pues quizá seamos los primeros en hacerlo.
Hoy, en este día tan esepcial quiero felicitar a todas las madres, va para todas ellas este artículo y tambiçen a todos los hijos para que tengan a bien en recapacitar que la vida es muy breve y cuando nos queremos dar cuenta se nos ha ido como el agua por entre los dedos y ya no podremos dar vuelta atrás.
Felicidades Madres. Y permítanme que felicite a Angelita Hernández López, La Dama de Melilla, mi Madre. ¡Felicidades, Mamá!
FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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