Sorpresa muy agradable y una sonrisa. Son las consecuencias de recordar mi pase por el cine tras ver 'Intocable'
La película no necesita de grandes dotes de acción para captar tu
atención. Los diálogos brillan por su ingenio y te ofrecen la sensación
de que
no necesitas nada más para quedarte perplejo. Cerrar los ojos y
escuchar atentamente no sería un mal ejercicio para esta película. De
pocas se puede decir algo así. De muy pocas, me atrevería a decir.
El argumento, con base real, se centra en la vida del excéntrico
multimillonario Philippe tetrapléjico tras sufrir un accidente cuando
practicaba parapente. Con una vida llena de dolores y de incomprensión
por parte de sus cuidadores, se encuentra con Driss
un inmigrante africano que acaba de salir de la cárcel. De la premisa
de que las mejores cosas en la vida surgen de modo inesperado, Driss se
presenta a la entrevista de trabajo tan sólo para que le sellen la
tarjeta del paro. Ni las diferencias socioeconómicas
ni los nulos conocimientos de cuidados serán un impedimento para que
nazca entre ellos una férrea conexión.
La ironía y la mordacidad juegan un papel imprescindible y llevan a
impregnar a la película de una vigor y una lozanía de gran fuerza. Si
por su temática podría haber sufrido un tratamiento dramático, estos
elementos la distancia de este formato propiamente
dicho. La caricaturización de nuestras propias desdichas es una manera
de superarlas sin, por ello, restarle la emoción que se desprende de la
emotiva amistad que nace entre ellos. Si la risa es, además, una de las
medicinas más fuertes que existen, se hace
también patente en la energía que le transmite Driss al protagonista.
Un ser intocable por no sentir casi ninguna
parte de su cuerpo, recibe una energía que le infunde de toda la luz que
se le puede ir a un ser tras sufrir el varapalo de perder a la persona
que amas y dejar de sentir tanto en el interior por ello, como en el
exterior tras el accidente padecido.
La ley de que los opuestos se atraen cobra, una vez más, sentido en
esta historia: la empatía que surge entre el acaudalado Philippe y Driss
es latente y de ella surge una amistad intocable. La mezcla de Vivaldi y otros clásicos con ‘Earth Wind & Fire’, una dicción formal y elegante con los
coloquialismos de un lenguaje poco cuidado, los gestos cuidados frente a
la osadía, los trajes frente al chándal. Driss le aporta la fuerza y la
energía que necesita aquél para darle un sentido a su monótona
existencia. Le empuja a que deje de ser un ser teórico
que se contenta con enviar cartas a una persona que no osa conocer, a
ser un ente activo que se enfrente a sus miedos y forje un nuevo día con
sus propios motivos, sus propias ilusiones y que no se contente con ver
el tiempo pasar.
Disfrutando de la producción, es
fácil comprender por qué cerró el Festival de Cine de San Sebastián, por
qué fue, junto con “The Artist”, una de las más aplaudidas tanto por
público como por crítica y el éxito que ha tenido
en taquilla. Es una visión original en la que se muestra cómo se puede
ir más allá de las propias desgracias y ver, desde otro prisma, que las
salidas, por muy recónditas que se vean, siempre aparecen ya sea en forma
de persona que nos reformula nuestra realidad,
ya sea en un hecho que nos infringe de nuevo esa felicidad esquiva que
se nos había resistido.
0 comentarios :
Publicar un comentario