Sorpresa muy agradable y una sonrisa. Son las consecuencias de recordar mi pase por el cine tras ver 'Intocable'
La película no necesita de grandes dotes de acción para captar tu
atención. Los diálogos brillan por su ingenio y te ofrecen la sensación
de que
no necesitas nada más para quedarte perplejo. Cerrar los ojos y
escuchar atentamente no sería un mal ejercicio para esta película. De
pocas se puede decir algo así. De muy pocas, me atrevería a decir.

La ironía y la mordacidad juegan un papel imprescindible y llevan a
impregnar a la película de una vigor y una lozanía de gran fuerza. Si
por su temática podría haber sufrido un tratamiento dramático, estos
elementos la distancia de este formato propiamente
dicho. La caricaturización de nuestras propias desdichas es una manera
de superarlas sin, por ello, restarle la emoción que se desprende de la
emotiva amistad que nace entre ellos. Si la risa es, además, una de las
medicinas más fuertes que existen, se hace
también patente en la energía que le transmite Driss al protagonista.
Un ser intocable por no sentir casi ninguna
parte de su cuerpo, recibe una energía que le infunde de toda la luz que
se le puede ir a un ser tras sufrir el varapalo de perder a la persona
que amas y dejar de sentir tanto en el interior por ello, como en el
exterior tras el accidente padecido.

Disfrutando de la producción, es
fácil comprender por qué cerró el Festival de Cine de San Sebastián, por
qué fue, junto con “The Artist”, una de las más aplaudidas tanto por
público como por crítica y el éxito que ha tenido
en taquilla. Es una visión original en la que se muestra cómo se puede
ir más allá de las propias desgracias y ver, desde otro prisma, que las
salidas, por muy recónditas que se vean, siempre aparecen ya sea en forma
de persona que nos reformula nuestra realidad,
ya sea en un hecho que nos infringe de nuevo esa felicidad esquiva que
se nos había resistido.
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