Días en los que los políticos reclaman absurdidades
porque no saben abordar los principales problemas que atañen a la sociedad o,
mejor dicho, no saben hacerlo en pro del bien general.
Días en los que el rey (y sí lo pongo en minúscula por convicción) se atreve a hablar de sacrificios cuando él y su familia no saben lo que es dar ningún tipo de ejemplo; que se atreve a pedir que los españoles rememos, cual galeotes, mientras él navega en un yate nada austero. Él osa calificar de quimera y no, en todo caso, de utopía las ideas de una parte de la sociedad es no tener respeto por el pensamiento de otros, sean minoría o no.
Una semana en la que la derecha más rancia perdía un peso pesado en
funciones: Esperanza Aguirre. Este fue el paréntesis positivo de la
semana.
Poco duraría
la alegría, pues en el bando totalmente opuesto, también abandono las filas
ideológicas, definitivamente, Santiago Carrillo. Acostumbrado a la lucha, a vociferar por lo que creía
justo, se fue en silencio.
Tras un largo camino recorrido en sus 97 años de caminar, sus pasos se
pararon en Madrid tras sufrir problemas de riego sanguíneo.
La semana acaba con la visita entre Rajoy y Mas y con la vuelta de cada uno
a su morada ante la negativa por parte del Gobierno central al pacto fiscal.
Mas se prepara para anticipar las elecciones y ratificarse por mayoría o
aceptar un cambio gubernativo que intente paliar los recortes en la economía de
los ciudadanos. ¿Cortinas de humo para acallar los gritos que clamaban hará no
demasiado por los tijeretazos, por ejemplo, en sanidad o educación?
Todo esto,
no obstante, se queda en un rumor cuando hay otros eventos trascendentales como
un partido de fútbol. Cierras la ventana porque hay otras voces que te
interesan mucho más, pero el exterior se te ha clavado en el interior: el
interés por los juegos banales, el recuerdo del panem et circense romano, los
derroteros con los que nos intentan distraer de la cruda realidad, sacando
otros temas y discusiones políticas que no vienen a cuento ahora mismo. Cuento,
eso es lo que parece todo.
Y me viene a la cabeza, irremediablemente, el final de un artículo de
Larra: "El mundo todo es máscaras: todo el año es carnaval".
Tamara GC
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