Una noche española

La travesía se ha realizado de forma tranquila, con buena mar durante prácticamente las jornadas que ha durado el viaje desde Sanlúcar, los hombres, aguerridos y curtidos en estos lances, sabían que iban a cambiar un rumbo en la historia de esta nueva nación española.

A pesar de la fuerte oposición del Almirante Colón, pues tenía que realizar su nueva vuelta al continente descubierto, las órdenes reales eran tajantes: la tropa embarcada iría a la nueva empresa que llevaría a buen puerto el Duque de Medina Sidonia con su Comendador Mayor a la cabeza de la misma, Don Pedro de Estopiñán y Virués.

Después de varias expediciones a la costa del norte de África, donde dicho Estopiñán y otros disfrazados de mercaderes pusieron ya pie en estas zonas y vieron que la ciudad que mejor estaba predispuesta era a la que acababan de arribar, antigua urbe importante en el trasiego comercial del Mediterráneo desde tiempos fenicios y que en esos momentos de su llegada estaba totalmente arruinada por las luchas intestinas entre los dos reinos en liza, el de Tremecén y el de Fez, cada uno quería quedarse con ese puerto quizá el de mayor importancia en la costa norte del continente, pero sus ambiciones lo llevaron a la ruina.


Las embarcaciones ya han llegado y lanzan sus barcazas al agua, cada una con gentes y material de todo tipo. Gentes de guerra y civiles maestros carpinteros, artesanos de la piedra con sus herramientas y en otra barcaza los maderos que servirían para hacer un fuerte provisional en el lugar de las ruinas de la otrora bella urbe.

Nadie ha opuesto resistencia, nadie ha albergado sospecha alguna sobre la presencia de unos hombres que están desembarcando por lo que se denominaría la Ensenada de los Galápagos, darían con un recodo, subirían por un pequeño montículo y allí estaban: las ruinas de la ciudad les hacía su bienvenida y después de un breve vistazo para cuidarse que no fueran descubiertos empezaron la construcción “a cava e barrera” del fuerte de madera que durante la noche levantarían para sorpresa de los moradores de la zona que se despertarían a la mañana siguiente con dicho elemento construido donde antes todo era ruina.

Amanece y los trabajos casi han terminado. Un vigía da el aviso del movimiento de unos hombres más allá de la ciudad, al lado de un cerro que luego sería el de San Lorenzo y otros empiezan a verse por el cerro que después sería del “cubo”.

Se acercan cautelosamente pues no entienden qué ha ocurrido en ese lugar. Una vez visto con más lucidez cómo los pendones del Ducado de Medina Sidonia y el de los Reyes Católicos ondean en lo más alto, se reúnen y acuerdan dar un primer ataque a la nueva fortificación de madera, sin embargo, el rechazo de la guarnición ha sido muy eficaz y han de retirarse.

Es el primero de los muchos ataques que dicho lugar va a sufrir durante muchos siglos de vicisitudes que pasarían sus moradores y que van a asegurar que esta ciudad quedara para siempre española. Son ya quinientos quince años a pesar de todo…Melilla es España en el norte de África.

FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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