Te alzaste como un intrépido guía
a una temprana edad. Seguiste desempeñando ese papel con el afán que un
artesano pone en su mejor obra. Trazabas travesías por las que iba creciendo
interiormente, siempre siguiendo tus marcadas huellas. Contigo, me hice.
Me enseñaste a reír, a saber lo
que son las miradas cómplices, esas que tan sólo dos personas pueden comprender
y que logran aislarlas del resto durante instantes y eternidades.
Me ayudaste a entender que
compartir es mejor que guardarse las cosas para uno mismo, que podía ser feliz
viendo la felicidad en otras personas, que el esfuerzo tiene premio.
Me mostraste el poder de la
autosuperación, que el cansancio y el sacrificio no son nada comparado con el
confort que produce llegar a la meta.
Me hiciste ver que acompañar es
mucho más que estar al lado de alguien, es tender una mano y no soltarla.
Me inculcaste el amor por los
libros, el ansia de saber, las ganas de investigar y no quedarse nunca en la
superficie de las cosas ni de las personas.
Caminar a tu lado supone dejar de
lado al reloj, poder mirar hacia todos los lugares con calma, sentir un abrazo
en cada paso, una esperanza en cada suspiro, el calor de los rayos del sol
aunque sea de noche, pisar entre algodones aunque la vida nos brinde tejidos más
ásperos en nuestro devenir.
Un ser y un
estar con sentido, un latir con motivo, el privilegio de escuchar una voz que
sale de un gesto, de una mirada, de un silencio.
Al maestro entre maestros, a mi
hermano.
TAMARA GC
TAMARA GC
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