Tenía que
matricularme en el instituto de mi barrio y bueno las cosas de la enseñanza
eran algo diferentes, además por aquellos años eran famosas las “novatadas” o
“borregadas” que se les hacían a los que llegábamos nuevos, por lo que adopté
una manera de ser distante y siempre atento a cualquier cosa sospechosa, sin
embargo nada más lejos de la realidad, me encontré con buena gente que te
ayudaba a integrarte rápidamente entre ellos.
Fue un buen
curso y de los mejores que recuerdo en mis andanzas académicas. Pero de todo
ello tuvo una gran culpa alguien con el que tropecé nada más entrar pues
todavía me creía ese papel que me había impuesto de saberlo todo. Sin embargo,
esa persona me demostró lo bien equivocado que estaba.
Era mi
profesor de Historia, don Miguel Alarcón Suárez, hombre con una sapiencia
extraordinaria no sólo en el aspecto académico, sino a la hora de dar clases.
Él me enseñó casi todo lo que sé a la hora de enseñar a los alumnos que me
tocan cada curso y ni decir tiene que él fue el que me imbuyó algo a lo que no
estaba acostumbrado: ver la enseñanza desde otro punto de vista, enseñar
aprendiendo, y transmitir los conocimientos mediante el uso de una pedagogía
basada en el respeto al alumnado y el escucharlo, no sólo oírlo.
Don Miguel
era un hombre peculiar, no era el típico profesor que podemos tener en mente,
te enseñaba la Historia dándote ejemplos de lo que nos rodeaba, pero haciendo
que comprendiéramos el por qué de los hechos históricos, no sólo memorizarlos.
A él le interesaba más que comprendiéramos lo que estábamos estudiando, que nos
diéramos cuenta que la asignatura de la Historia no era sólo un tostón de
fechas y nombres de Reyes, sino un lugar al cual asirnos para poder interpretar
el momento en el que vivimos en el presente e incluso poder explicarse lo que
podría venir, pues como él siempre decía: “la Historia siempre se repite con
otros actores…”
Lo recuerdo
llegar con su cartera y sus libritos, aquellos que en su Málaga de antaño él
recopilaba por fascículos en el kiosco de su barrio y que no eran otra cosa que
los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Nos lo enseñaba y nos narraba
aquellos capítulos que venían bien a lo que nos estaba enseñando.
Pero don
Miguel era algo más. Don Miguel se preocupaba por lo que les pasaba a sus
alumnos. Recuerdo haberlo visto soltar lágrimas cuando a una compañera de clase
le ocurrió un accidente mortal y una vez hubo entrado en el aula apesadumbrado,
nos pidió guardar un minuto de silencio. Nos quedamos un poco fuera de lugar,
pero al verlo cómo se quedó levantado mirando al suelo, fuimos levantándonos
todos y guardamos ese minuto. Nunca vi un momento más intenso en un aula.
Don Miguel
tenía ese carisma necesario para enganchar a los que estábamos escuchándolo,
pues todo lo que decía siempre era interesante. Muchas anécdotas recuerdo de
este gran profesor y mejor persona, pues después de las clases algunos nos
quedábamos conversando con él sobre intereses comunes siempre relacionados con
la Historia y con la vida en general.
Recuerdo
haber estado con él a solas cuando necesitaba orientar mi futuro, el cual ya estaba
algo claro que era dedicarme a ser Historiador y a intentar enseñar la Historia
a las futuras generaciones, me animó a llevarlo a cabo y así lo hice. Pienso
que a lo largo de todos estos años de profesor e historiador se lo debo en
parte a él por esa manera suya de enseñar. Cuando tuve la fortuna de dar mi
primera conferencia unos años después en el que primero pensé fue en él y
aunque hacía algunos años que no teníamos contacto, lo llamé para hacerle la
invitación a pesar de que él ya residía en un pueblo, pero su respuesta fue
tajante: “es un honor tu invitación y allí estaré para poder aprender de tus
conocimientos” aprender él cuando éramos el resto los que aprendimos a amar
esta profesión y a impartirla teniendo siempre presente al alumnado. Y allí fue
con su querida esposa.
Hace pocas
fechas nos ha abandonado, pero dentro de muchísimos corazones está él, ese
profesor que angustiado porque había visto que dos alumnos se retaban a
pelearse al final de las clases y que no pudo consentir y así fue y se metió en
medio consiguiendo que aquel “duelo” no se llevara a cabo…son tantas cosas don
Miguel que nos enseñaste que mereces no solo esta página, sino todo un libro.
Descanse en
paz don Miguel Alarcón Suárez, un profesor, un historiador, una gran persona.
FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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