En tiempos de austeridad no se perdonan gastos innecesarios o en todo caso inversiones vacuas que no reportan más que el rechazo de los que han contribuido con esa derrama y no se ven representados en las intenciones de los llamados expertos del gasto público. Expertos que antes de haber consultado a sus inversores económico y lo que es más importante aún sus filántropos de ilusiones, deberían haber consultado con su reposacabezas nocturnos si era necesario romper la hucha o, en todo caso, haber consultado con verdaderos expertos, pero, a ser posible, sin emplear herramientas comunicativas que valgan x millones de euros.
Las estadísticas si están bien hechas no mienten y ésta ha costado lo suficiente para ser veraz. La esperada C de chapuzas se ha llevado el groso de los porcentajes sin que, pese a las temperaturas altas, ninguna le haya hecho sombra.
Se podría pensar que el enfado generalizado por dicho gasto los estaba condenando a dicha elección o que el pensar en las inigualables colas que se podrían formar en la arteria de Barcelona les ha llevado a marcar esa opción por encima del bienestar de unos vecinos que soportan un enfado mayor y un tráfico inaguantable. Sin embargo, más allá de toda conjetura posible, cabe reflexionar: el ápice de las preocupaciones sociales es el paro, con lo cual haber invertido tal capital en realizar obras públicas y dar ocupación a éstos hubiera sido una medida mucho más popular. Por otro lado, esto mismo se puede aplicar a la consulta: preguntar sobre lo que se tiene dudas es de sabios pero hacerlo con un método más sencillo, llámese manual o tradicional y dándole así trabajo a personas que estuvieran ante dichas urnas también lo hubiera supuesto. En todo caso, cavilar es fácil hacerlo en el momento preciso quizá no tanto o así queda expuesto en los resultados. La mesura es cordura.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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