A GRITOS

Muchas veces la observación de una obra de arte nos puede llevar a contemplarnos a nosotros mismos, es decir, la mera observación de las manchas de color que con diferente realización hace un artista en un cuadro, por ejemplo, nos permite trasladarnos a algo que bien hemos vivido o bien estamos en ello.
Eso mismo me ha pasado al contemplar el famoso cuadro del artista noruego Edvard Munch, que realizó con gran maestría titulándolo “El grito”

Fue una serie que realizó, siendo el más conocido el que pintó en 1893 que se encuentra en la Galería Nacional de Noruega. Munch refleja en él, o así podemos interpretarlo, como una figura humana que de manera desgarrada está lanzando un grito ahogado, silencioso y que gracias a la ondulación de las líneas tanto de la figura humana como del resto del cuadro nos hace entrar en la atmósfera caótica del artista.

Esta sensación de angustia, de soledad que en la actualidad parece estar minando a los seres humanos, se hace patente cuando en la sociedad española en la que vivimos y más la que está en ambas partes del Mediterráneo, hace claro el hecho de que por gritar e interrumpir con gritos lo que está hablando otro se puede llegar a ser escuchado mejor.
Si se hace un breve repaso por los diferentes ambientes que nos rodea podemos cotejar fielmente lo que aquí decimos. Por un lado, están abundando en las diferentes cadenas de televisión de este país, esos programas de falsos debates de índole variada: política, económica, social o del llamado “corazón”, donde lo más característico es la falta de respeto y el pisarse continuamente a la hora de hablar, teniendo muy poca importancia la labor del moderador del mismo.
Esto se traslada al resto de la sociedad donde la mayoría de las personas no hablan, no conversan, solo gritan.
Ejemplos tenemos muchos y variados. Si nos encontramos en un recinto cerrado todavía el efecto del griterío es mayor y más acusado, puesto que parece como que si no lo hacemos, podemos perder parte de nuestra esencia.
Lástima es ver cómo la buena conversación tranquila y sin estridencias ha dado paso al grito por el grito, al elevar más el tono que el otro para así estar más seguro de que te escucharán siendo todo lo contrario, pues a lo máximo que se llega es a ser oídos y nada más. Y ya se sabe que escuchar no es lo mismo que oír.
Se grita en el supermercado, se grita en los hospitales y centros de salud, en los templos, en las casas, en la calle, gritan los políticos sin decir nada....

FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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