Todo comenzó con el resultado de unas elecciones que no gustó a un presidente que tenía que pasar a la oposición. No. El poder se le había adentrado férreamente y no quería abandonarle. Se agarró al trono del mando como un ser moribundo, que no quiere irse, se agarra a la vida.
Tan sólo al verse acorralado, Gbagbo ha pedido salir del país y obtener protección de la ONU. Este acorralamiento ha sido propiciado por la ofensiva a sus tropas con ayuda de Francia y de la ONU.
Sin embargo, Alassane Outtara, el presidente electo, tampoco tiene las manos impolutas y deberá responder ante la ONU por la matanza de más de 300 civiles.
Toda forma de poder envilece al hombre que se alimenta de él. No obstante, la autodestrucción del género humano que se puede derivar de éste sobrepasa todos los límites imaginables.
TAMARA GC
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