Respetuoso, sencillo pero a la vez complicado, sublime, dulce, azul y rojo, espiritual, extraordinario, generoso, profundo, mágico, poderoso, constructivo, creativo, divino, inexplicable, afectuoso, explosivo, místico. Así es Amor.
Hablar de él es como querer definir el interior de una gota de agua, como explicar el olor de una rosa recién abierta, como transmitir la sensación de despertarte en la playa bañado por el mar que apaga tu calor al mismo tiempo que recibes los rayos del sol que lo alimentan.
Estar en su mundo, es vivir paralelamente, es oír al resto desde lejos y a la otra persona desde muy cerca, es preguntar sabiendo que sólo una persona te puede dar la respuesta correcta porque los otros aunque están muy cerca, los notas muy lejos.
Las almas se unen de dos en dos. El universo se rige por estas fuerzas duales y nadie ha podido variar estas dualidades.
Ni el tiempo marca la lejanía. Atrás quedó el verano pero no el olor de tu cabello a mar y a niño, ni el aroma de tu piel a sal y a calor, ni el fuego de un primer beso bajo la luna y al fondo el silencio de las olas que miraban cómplices y no querían interrumpir.
Llegó el invierno, el frío pero en el interior no llegaban las heladas que cuajaban en las calles del exterior. No alcanzaba a tocarnos la fragancia de la insatisfacción que viajaba por los senderos de la melancolía de muchos seres. La frescura de una mirada, la calidez de dos manos que se juntan, blindaban aún más nuestro mundo.
De tulipanes está empedrada nuestra travesía, de ilusiones está inmersa nuestra vida, de momentos inolvidables están cubiertas nuestras horas. De anhelos táctiles, visuales, aromáticos, de sabores.
El sentir brota de muy adentro, de adentro. Del único sitio del que podía brotar: del corazón. Y se calla el mundo para escuchar su voz. Ssssssh. Va a hablar. Cuando el corazón habla el cosmos ha de callar:
-Te quiero.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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