El desconocimiento o la parcialidad que se desea mantener para beneficio ajeno conlleva vapulear a humildes trabajadores que tienen en sus manos la vida de millares de personas. Sí. Hablo de los que hacen que algo se mueva en el subterráneo. De los metreros. Al parecer, alguien muy avispado planteó que había que ajustarse el cinturón. Hasta ahí, podría ser hasta una medida más que racional dado los abrumadores datos de nuestra economía. Sin embargo, resulta que mientras la voz de la sabiduría en Madrid prediga la auteridad e instiga a formar parte de ella a los poco más que mileuristas, decide, al mismo tiempo, que hay que invertir en otros menesteres. Sí señores. A los trabajadores recortes pero por encima de todo la apariencia ha de quedar impoluta y uno se gasta 51 millones de euros en cuatro años en publicitar el metro. Cifra muy superior a la del resto de comunidades. Sí, el metro. Recortes por doquier y publicidad de nuestro gran servicio por supuesto. Irónico. De nada va a servir que los autóctonos y los turistas vean en la publicidad que se oferta un gran servicio porque, debido al descontento, brilla por su ausencia. Quizá, no son conscientes que la mejor publicidad es también la que hace el boca a boca o el silencio que impera ante el "todo va bien". Si el sueldo de los futbolistas dependiera del estado y decidiera bajárselo y, como consecuencia de ello, éstos decidieran hacer huelga posiblemente se pararía el país en defensa de. Rangos que marcan la popularidad. Tal vez habría que estudiar un poco más las medidas que se instauran y evitar los despilfarros innecesarios en pro de mantener lo realmente importante.
Hay trenes que pasan sólo una vez en la vida. Otros, gracias a iluminados, ni pasan.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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