MARÍA

María es una mujer como pocas hay.
Quiero en este escrito dejar claro la fortaleza de un ser humano que lo ha estado dando todo por todos los que a ella nos hemos acercado y sin embargo, ahora se ve sola en una fría habitación del gélido Hospital Carlos Haya de Málaga.
Recuerdo el día que la conocí a ella y a su hijo Prudencio. Hace de esto muchos años y ella hablaba. ¡Y cómo hablaba!
María. Llevas el nombre de la Madre de Jesús y en cierta forma, tú también eres esa madre, pues nunca has dejado de lado a tus dos hijos.
Sí, ya lo sé. Ya sé que has podido hacer poco por el mayor, sin embargo, no es culpa tuya el que el “Caballo de la Muerte” haya entrado en él y no haya sido lo suficientemente fuerte para salir de allí.
Recuerdo aquella noche en la sala “El Palomar” de las Bodegas “El Pimpi”.
Era una noche de invierno y habíamos sido invitados a presenciar la tertulia poética que allí se iba a celebrar. Y allí estabais tu hijo Prudencio y tú.
Recuerdo cómo te acercaste a nosotros para saludarnos y darnos la bienvenida a esa agrupación de poetas que cada semana recitabais vuestros textos líricos.
María. Te vi hace unos días postrada en la cama del hospital y estabas inconsciente. No sé si me escuchabas o no, pero te hablé. Te dije quién era y desde dónde había venido para verte. No me contestaste, pero no sé por qué creo que me estabas entendiendo.
Tuve que entrar con bata y máscara pues te habían aislado por posible contagio.
María. Recuerdo cuando perdiste la voz. El mal del cáncer hizo presencia en tu garganta y te quitó la posibilidad de hablar, pero aún así, seguías adelante y te comunicabas perfectamente, porque con tus gestos y tu sonrisa ya sabíamos qué querías decirnos.
Sonrisa. María nunca he visto una sonrisa como la tuya. Tan afable, tan cariñosa, tan bondadosa…
Me cuesta mucho trabajo escribir estas líneas. Sobre todo después de haberte visto. Pero tenía que hacerlo como una forma de homenaje hacia ti, María.
Desde aquí, desde esta tierra de Melilla, este Caballero Templario eleva sus plegarias para que puedas salir cuánto antes de tu mal.
María, querida María recibe un fuerte saludo desde aquí y ¡adelante!.

FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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