Un minuto. Un segundo. Un chasquido. Un suspiro. Medio aplauso. Fugacidades trascendentales. La muerte puede sobrecogerte en cualquier instante de tu existencia. No importa que estés en la cúspide o que hayas topado con grutas profundas en corazones inhóspitos. Los senderos son así. Complejos. Inauditos. Insospechables. Puedes caerte del cielo; ser vapuleado por manos inconscientes; arrojado al abismo de las pesadillas; ninguneado por necios; puedes escuchar por última vez la nota más armoniosa que tus costillas sepan tocar. Errantes. Nos empecinamos en programar el devenir y descuidamos lo que tenemos más cerca. Tic, tac. Transcurre. Tu cuenta atrás ya ha comenzado. Tú, incauto, sigues tranquilo, como si te quedara toda la vida por delante. No disfrutes del hoy, no malgastes tus energías en tu actualidad. Guarda, guarda, guarda que la guadaña quiere sesgar una buena cosecha y llenarse los bolsillos de la verdadera felicidad que dejaste escapar. Exhalas ponzoña. Te la ha podido inyectar cualquiera: Tiempo, Dolor, Envidia, Circunstancia, Desamor... Mira ahora atrás porque es lo único que te queda. El mañana para ti se ha acabado.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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