RECUERDOS DEL 85

            Han pasado veintiséis años. El lugar es el mismo, los motivos diferentes y solamente queda de aquel año ochenta y cinco un personaje, quizá el protagonista principal de esta trama.
            En abril de 1985, el presidente de Libia, Gadafi, lanzó un órdago al entonces presidente de los Estados Unidos de América, Ronald Reegan, el cual ni corto ni perezoso respondió de manera contundente.
            Eran los ochenta, era la época de la denominada “guerra de las galaxias”, último eslabón de aquella guerra fría, en la que se encontraban confrontados las dos superpotencias mundiales: Estados Unidos y la extinta Unión Soviética.
            Era el momento en el que aquella máxima del “sueño americano” o aquel otro dicho: “todo es posible en América”, se hacían realidad al comprobar cómo un actor de Hollywood llegaba al despacho oval de Washington.
            Eran los tiempos en los que en España se debatía si se entraba o no en la OTAN y se retiraban las bases estadounidenses de suelo español.
            Curiosamente, aquellos que años atrás habían estado radicalmente en contra de que España estuviera en la Alianza Atlántica, en ese momento abogaban por pertenecer a la organización militar, ya que sería algo muy beneficioso para el país…, ya saben aquel dicho de “donde dije digo, digo Diego”.
            Recuerdos de esos años en los que el que les escribe estaba en el instituto cursando aquellos antiguos cursos del Bachillerato Unificado Polivalente, donde todavía hoy apenas sabemos qué quería decir aquello de polivalente, pero lo reducíamos a unas siglas que nos identificaban de los que estudiaban Formación Profesional, estábamos en BUP.
            Parece que han pasado muchos más años de los que han transcurrido y ahora compruebas cómo al nombrar esta etapa educativa, los alumnos de hoy en día se te quedan mirando pues no entienden que antes hubiera otra cosa que no fuera la ESO.
            Pero te sientes bien, te regodeas unos instantes en aquel sabor que tenían los centros donde los ordenadores que empezaban a existir, eran aquellos Spectrum, Amstrad o Comodore, que estaba formado por un teclado casi minúsculo, más bien  negro y los monitores que manejábamos en el instituto eran televisores que se habían quedado obsoletos y se reciclaban para poder servir de pantalla a lo que por el teclado tú escribías.
            Sólo existía una computadora como entonces se le decía, y estaba normalmente en el despacho del director. Eran no muy grandes y formaban una sola pieza la pantalla y el teclado, con aquellos caracteres de color verde fosforescente sobre fondo totalmente negro.
            Eran los años de la eclosión de los nuevos ritmos musicales que se daban en el panorama español, donde no hubo en tan pocos años tantas formas de hacer música: pop, rock, heavy, soul, funk o rap.
            Si no te podías comprar un LP, un disco de doce o diez canciones, un  colega te lo grababa en una cinta de cassette y tú te lo escuchabas una y otra vez hasta que la cinta se arrugaba y se liaba y no había manera de hacerla retroceder ni siquiera introduciéndole el bolígrafo bic.
            Y no te pasaba nada por copiar las canciones de tus artistas favoritos, la industria de la música no se venía abajo en las ventas, ahora tampoco eran tan caros y tan malos los productos que se lanzaba n a la calle.
            Los jóvenes se distribuían en clases según la moda a seguir y la música a escuchar: mods, heavies, rockabillies, punkys, etc.
            Las chicas con el pelo cardado y muy lleno de laca, las hombreras en chaquetas y vestidos, el glam y toda aquella renovación que era como una realidad nueva que se quería inventar para poder vivir los sueños y no soñar las vidas.
            Ahora es todo bien diferente, no estoy diciendo que mejor o peor, sino distinto, pero no era todo tan uniformado, había más variedad donde elegir y todos teníamos cabida.
            Como es lógico la vida cambia, pero hoy en día, en este año de 2011, nos encontramos con conflictos como el de Libia en el que no cambia su protagonista: Gadafi.
            Las vueltas que da la vida.



FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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About Fernando y Tamara

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