La semana pasada, Japón podía ser un país lejano, del que nos podían atraer más o menos su cultura, sus ciudades, sus habitantes, pero esta semana nos sentimos más unidos a sus habitantes ante la catástrofe en la que se hallan inmersos. Siguen haciendo gala de su carácter sereno aunque lo sucedido alteraría a un ser de titanio, sin embargo, caminan juntos y luchan por recuperar una normalidad que parece impensable, cuando todos ellos y todos nosotros estamos pendientes de su difícil realidad que se ve agravada por los continuos temblores y amenazas de otros que los acechan y por las consecuencias que éstos están teniendo sobre sus centrales nucleares. Unos 80 ingenieros intentan evitar la tragedia nuclear. Se juegan las vidas por salvar muchas otras.
Mientras en occidente, unos cuantos reabren el debate de si es seguro o no el uso de estas energías. ¿Ha de ser ahora cuándo se trate el tema? ¿El ser humano sólo se plantea un cambio de actitud ante los desastres? ¿Es una muestra de aprovechamiento del momento para limpiar la conciencia de los que hace muy poco defendían este tipo de energías? De algunos te puedes esperar cualquier cosa, y algún día los políticos aprenderán que de palabrería no vive el hombre, o lo que es lo mismo, que uno pierde toda credibilidad cuando no le da valor a sus palabras, y el no darle valor se evidencia en no ir acompañadas éstas de hechos.
Hoy todos somos un poco más Japón que ayer y en el pensamiento de muchos están los deseos de que
las familias que tienen algún miembro desaparecido lo encuentren, de que la tierra pare de temblar y les dé un respiro, de que se refrigueren sus centrales, de que dejen de padecer. El sufrimiento elimina barreras. Todos somos uno. Todos somos tú.
TAMARA GC
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