SANTA LUCÍA Y LAS MODISTILLAS

            Santa Lucía regenta el patronazgo de los invidentes, eso lo sabemos casi todos, pero lo que seguro muy pocos sabrán es que también es la patrona de las modistillas, sí, esas mujeres que se dedicaban a hacer de la aguja y el hilo su modo de vida.
            Hacia los años finales de los cuarenta, toda la década de los cincuenta y sesenta, aquí en Melilla, muchas generaciones de chicas se dedicaron a aprender el arte de la aguja y el hilo, bien en la modalidad del bordado a mano o a máquina o bien mediante el aprendizaje de corte y confección.
            Muchas de ellas todavía recuerdan como se lo pasaban de bien en las clases o en los trabajos, por cierto muy duros y poco remunerados, en los cuales dedicaban buena parte de las horas del día y a veces, de la noche.
            Es lícito decir que estas generaciones de jovencitas que por diversas circunstancias se inclinaron a la aguja y no al estudio, formaron parte de toda una pléyade de personas que animaban a la ciudad cuando llegaban estas fechas señaladas cercanas a la Navidad.
            En efecto, el día trece de diciembre, día de Santa Lucía, no sólo se celebraba la patrona de los invidentes, sino que además las modistillas celebraban su patrona y para ello realizaban numerosas actividades lúdicas y de entretenimiento, que hacían partícipe a la ciudadanía entera, pues quien más o quien menos tenía a alguien que se dedicaba a esta tarea. Tenían hasta su propio himno que venía a decir lo que sigue.
“Batallón de modistillas,
de lo más requebonito y caracantoso,
que pasea por aquí, etc., etc.”
            En Melilla de todos es sabido que hubo una serie de grandes establecimientos que se dedicaban a la sastrería, sería innegable pensar que no es así, sin embargo, cuando los sastres recibían sus encargos, en la realización de los mismos se encontraban un buen número de chicas que se encargaban de esta faena y así muchas de ellas iban desde pequeñas, como aprendices, aprendiendo ese trabajo.
            Por otro lado, hay que citar a las numerosas academias de corte y confección y de bordado que existían a lo largo y ancho de toda la ciudad, pues no había barriada en que no hubiera unas cuantas.
            En todas ellas se daban cita las chicas de la correspondiente barriada e incluso de otras zonas, para enseñarse en este tema.
            Por tanto, cuando llegaba el día de su patrona era la culminación de su fiesta mayor y se podían ver por las calles de Melilla a un nutrido grupo de muchachas que agarradas de las manos iban desfilando por todas ellas cantando y bailando, haciendo, como digo, partícipe al resto de la ciudadanía melillense.
            En una época en la que todo lo relacionado con la vestimenta estaba hecho a mano, se necesitaba muchas personas para el desempeño de esas funciones y no sería hasta que llegó la denominada “ropa de contrata”, es decir, en serie, cuando no empezó a declinar esta actividad.
            Por eso, y habiendo pasado unos pocos días del trece de diciembre quiero desde aquí hacer un gran homenaje a todas las mujeres, de diferentes edades, que hicieron de un oficio una forma de vida y que seguro estoy, todos los que lean esta página recordará estos momentos que aquí se comenta.
            En definitiva, desde aquí, felicito a todas las modistillas que fueron y seguirán siendo personas que hicieron de su profesión una forma de vida y permítanme que en primer lugar, felicite a mi madre Angelita, La Dama de Melilla, que desde muy pequeña y desde abajo empezó en este apasionado mundo de la aguja y que con dieciocho años recién cumplidos ya era profesora de bordado y montó con esa edad una academia en su barrio, Reina Regente.
            ¡Felicidades, Modistillas!




FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ
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