Son palabras que me vienen a la mente cuando pienso en un sector privilegiado por nóminas y pagos en especia y no me refiero a los controladores ni a los maquinistas de Renfe, sino a los políticos.
En la República, sueño idílico de muchos intelectuales como forma de Estado, se luchó por instaurar un gobierno de personas preparadas para ello. Eran los pensadores del momento. Sin embargo, la política quedó plasmado que no era eso. Donde no hay otros talantes como la corrupción, el despotismo y el abuso de poder no puede haber un gobierno duradero y aguantado por todos. Por eso, no es de extrañar que últimamente salgan a la luz datos sobre las posesiones de esos que se llaman representantes del pueblo.
De todos es sabido que ser una figura pública tiene sus pros y sus contras. Sin embargo, si uno no tiene nada que esconder tampoco tiene por qué indignarle tal acto. No le parece así al señor -por llamarlo de alguna manera- Duran i Lleida. Al parecer, para mí ya pasará a la historia de la mediocridad con su gran frase "si quieren una cámara de funcionarios y gente pobre vamos por el mejor camino".
Pensaba que la política era vocacional. Pensaba. Hace tiempo que me percaté de que el 99.9% periódico no era así. Hace demasiado. Cuando a muchos les extraen el 5% de una nómina mísera, la de los pobres funcionarios que remite Duran i Lleida, ellos siguen cobrando trabajen o no, no han de preocuparse de a qué edad se jubilarán porque lo tienen todo hecho hace demasiado.
Mientras, el pueblo sufre, soporta las incompetencias y los abusos de los amantes del dinero pero no de su profesión. Mentiras y mentiras. ¿Será que para aguantarse mejor las gafas necesitan narices más largas? Luego sorprende levantamientos como el de Túnez.
Cuando uno aprieta y aprieta, al final, surge la grieta.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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