Ayer tuvo lugar el cierre de las fiestas de la Merçè en Barcelona con el conocido Piromusical. Mucha, mucha, mucha gente. Uno, no obstante, ya sabe a lo que se atañe al ir. Es un evento multitudinario. Con lo cual, toda persona que repele multitudes evitará ir puesto que la invasión del espacio propio está garantizado. Pese a ello, existen seres que una vez allí y habiendo comenzado el acto, cuando han transcurrido escasos diez minutos desean salir de un taponamiento corpóreo latente. No fue extraño tampoco ver como personas con carritos de bebé intentaban abrirse paso entre otras que no podían ni moverse porque no podían apretarse más. Increparlos no les servía de muchos. La paciencia brillaba por su ausencia. Los que estaban tranquilos por haber hallado un recóndito lugar donde visionar bien el espectáculo eran sorprendidos por otros que llegaban más tarde pero invadían su burbuja.
El cielo colmado de luz y color. De fondo una música animada por momentos, relajada por doquier. En vano. Ese ambiente no cambia el comportamiento de algunos. Otros, resignados, intentaban evadirse de lo que le rodeaba mirando hacia arriba, más allá, obviando bajar la vista porque tampoco iban a poder ver si llevaban los zapatos desatados.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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