El bien más preciado que tenemos muchos de nosotros y no lo sabemos apreciar no es el tener esto o lo otro sino algo más intangible y que a menudo no somos conscientes de su valía: nuestra libertad.
A lo largo de nuestra historia se han vertido ríos de tinta, de esfuerzo y de sangre por Ella. No obstante, no es algo de antaño. Actualmente, se sigue luchando por conseguir aunque sea un ápice más. Guillermo Fariñas es un ejemplo de tantos. El periodista y psicólogo protesta con una huelga de hambre que empezó hará ya ocho días. No es su primera batalla. Su estómago ha sufrido sus constantes protestas contra el régimen autoritario de Fidel Castro. Ésta última ha nacido cómo reivindicación por no excarcelar a presos enfermos y la inició tras negársele la asistencia al funeral de Zapata. No pretende abandonar su contienda sino que, ha llegado a afirmar en una entrevista en El País que tenía la intención de morir y convertirse en un mártir en la lucha por la libertad de Cuba.
El ser libre es algo muy paradójico en una sociedad. Nos sometemos a las leyes que creamos y nos impusimos para garantizar la supervivencia de ésta por encima del bien de los individuos. El conjunto era y es más importante. Sin embargo, pese a estas normas que garantizan en teoría el vivir en armonía con los otros, contamos con nuestros pensamientos, nuestros ideales que pueden gozar de una vitalidad radiante e irradiar al resto. Ahora bien, esto tan simple y que gozamos tantos, no existe en muchos países, en los cuales la libertad de expresión se ve como una pandemia, una rebelión que hay que erradicar con todos los medios. La libertad bien entendida no llega a todos. A Fariñas le gustaría que en su tierra se pudiera hablar en contra de sin ser penado por ello. El somos libres es una ironía además de para la COPE para muchos otros lugares del globo.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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