Si tuviera que resumir la admiración que me desprenden tus creaciones, me pasaría horas escribiendo. Desprendías siempre una humildad contagiosa y esa personalidad engrandecía tus obras aún más. Diste voz al mundo rural y al más cosmopolita a través de tu pluma, criticaste férreamente las desigualdades sociales y penetraste como pocos en los conflictos del corazón. Comenzaste tu andadura literaria como columnista. Tu primer libro, La sombra del ciprés es alargada, ya te despuntó en este panorama y obtuviste por éste el reconocimiento que otorga un premio como el Nadal. Rebelde con causa, tu segunda obra, Aún es de día, sufrió la guadaña de la censura, de la misma forma que esta sombra planeaba mientras ejercías de catedrático de Historia en la Escuela de Comercio y continuaría junto a ti cuando ejercías de director en El norte de Castilla.
El 1 de febrero de 1973, te sientas en tu merecido sillón de la RAE. Tus creaciones han sido llevadas a la pantalla y al teatro. Todos hemos visto alguna escena sino toda la obra que magistralmente interpretó Lola Herrera de la que está considerada tu mejor novela: Cinco horas con Mario. El monólogo más largo de nuestra historia literaria que consigue atrapar al lector como sólo los grandes saben hacerlo.
En 1998 comenzaste tu lucha que ha durado hasta hoy. Nos has dejado, tú, un genio pero tus más de 60 obras permanecerán siempre junto a nosotros, para recordarte, para añorarte, para admirarte. Los genios sí mueren pero procuran dejarnos un legado eterno. Todos deberíamos dar gracias por ello. Muchas gracias, Miguel, tus letras seguirán latiendo en nuestro interior.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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