Ayer, nos dejaba un rebelde de las letras, un creador nato, un talento errante que supo dar lo mejor de sí a la literatura. Fundador del postismo, movimiento postismo, un neosurrealismo, apostó siempre por la agitación en las letras y en el palpitar. Fruto de ello, fue la creación en Francia, ya en su exilio, de Atelier de Poésie Ouverte (A.P.O.).
Creció envuelto de poesía: su padre Edmundo de Ory fue un poeta modernista. Se amamantó de ella y no quiso desprenderse nunca de su esencia.
La obra de este gaditano fue ignorada durante muchos años, hasta que hacia 1973 empezó a cobrar el justo reconocimiento que merecía, siendo traducido su obra a diferentes idiomas.
Más allá de toda consideración academicista, la obra de este singular vanguardista me entusiasmaba por una creación suya llamada "aerolitos" que se podrían definir como aforismos, una mezcla de poesía y filosofía. Los aerolitos poblaron su poesía y no dejan de recordarme a las magníficas greguerías de Gabriel Miró, esas metáforas con su chispa de humor.
A los poetas que son capaces de encerrar tanto en una frase, sólo se le puede calificar con una palabra: genios.
A muerto un artista pero, Carlos, como escribiste: <
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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