Partiendo, de esta consideración, es comprensible que unas 3000 personas hicieran público su descontento, ayer en una plaza tan emblemática como la de San Jaume. Otros, permanecen en su casa indignados de que tal evento se vaya a producir y haya sido financiado con sus contribuciones. Paralelamente, en Galicia ocurría más de lo mismo. Más allá de las obras que hayan podido hacer los que conforman la santa sede, no hay que obviar que es un momento de crispación ante los numerosos escandalos que por fin, están saliendo a la luz. Siglos atrás, y años atrás, uno no hubiera considerado ni pronunciarse en contra de tal institución porque no hubiera tenido credibilidad para unos magnates y una justicia que iban ligadas a la religión.
El tiempo transcurrido ha llevado a algunos a poner en tela de juicio todo ese artificio y a cuestionar qué necesidad tiene la sociedad, o gran parte de la sociedad, que no la considera autoridad para sufragarla. Respetable es que cada uno crea en lo que desee y asista a los actos que sienta o que deba. Sin embargo, hace no mucho alguien anunció que el Estado cortaba el grifo al catolicismo y todos teníamos la oportunidad de elegir a quién aportar una pequeña contribución con nuestra renta. ¿Qué lleva a cambiar esto? ¿De dónde parten estas contradicciones?
Venir o no venir no es la cuestión, esperarlo o no esperarlo tampoco, es la indignación o no de haberlo traído acarreando unos gastos que son de todos.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
Fernando como tu en barcelona y no me has dicho nada el señor descapotable como yo ¿no eres tu? si ese con la casadora marron
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