Están en boca de muchos. Son los antagonistas de una historia cuyo fin no parece ser muy agradable. La hostilidad se palpa en el ambiente. Al parecer cobran demasiado. ¿Respecto a quién? Sobre la mayoría. Sin embargo, realizan una labor loable por la tensión a la que se ven sometidos. No es tarea fácil que tantas vidas dependan de las acciones que uno lleva a cabo. Uno de sus fallos puede acarrear cientos de muertos. El mismo número de familias destrozadas que esperaban otra cosa. Si los ingresos que uno recibe por su bregar diario son equiparables a las responsabilidades que uno posee, el revuelo no debería haber emprendido tal alto alcance. Corren tiempos difíciles nos susurran. Sin duda. Paradojas de la vida no dejan de ser, también, el hecho de que un jugador de fútbol y/o cualquier otro deportista de élite cobren sueldos galácticos cuando de ellos tan sólo depende la diversión de un gran porcentaje del globo, por no hablar de los toreros que derraman sangre a cambio de acumular cuantiosas ganancias, y un largo etcétera. Ahora bien, muchos discreparán por estas argumentaciones puesto que supuestamente esos sueldos no salen de las arcas del estado. Aportemos otro ejemplo, así pues: ¿cuánto cobra el seleccionador español? A su lado, este colectivo tiene un sueldo mísero. Equidad para todos. Si se han de hacer reajustes que no sea para unos cuantos cuyo salario base es elevado pero no nos dejemos engañar, los datos que se propagan incluyen excesivas horas extras por falta del cubrimiento de servicios. Hipocresía suma. Búsqueda de salidas de una situación económica que debería emprender otros caminos más saludables. Mientras en este país prime el panem et circense los profesionales sean del sector que sean jamás tendrán mayor reconocimiento que los bufones que divierten a tantos.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
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