Me encantan los días lluviosos. Me entusiasma mojarme y sentir el contacto de las gotas de agua sobre el pelo, la cara, las manos… Es una sensación única. Respirar profundamente, mientras entras en contacto con el agua y aspirar ese olor tan característico que sólo esos días se puede disfrutar.
Existen muchas personas que repelen ese contacto con la naturaleza. Huyen de las consecuencias que puede acarrear algo tan nimio pero tan placentero a la vez, piensan que se resfriarán, que se estropearán el pelo, que se les correrá el rímel o un sinfín de nobles consecuencias que pueden alterar vitalmente su ser.
Quienes lo experimentan no se arrepienten de ello. Están convencidos de que es algo único, irrepetible y merecedor. Juan López de Uralde lo volvería a repetir. Sin duda. Si no te gusta el clima político, económico, cultural o meteorológico intenta cambiarlo. Desde una postura pacifista, ellos siempre han estado ahí. Han velado para que nuestro planeta no sea vapuleado por los intereses de unos pocos, siguen luchando por conseguir reducir la explotación del medio en pro del respeto y una integración del ser humano al medio más sostenible. Seguirán haciéndolo, pues por mucho que la opresión intente hacer flaquear sus fuerzas, por mucho que se pierdan estar unas navidades con sus familiares, son conscientes de que si no luchan por un mundo mejor quizá dentro de unos años no haya por lo que luchar.
Mis padres siempre me dicen que coja el paraguas. Sin embargo, en esta vida, simplemente, hay que mojarse.
Tamara González Cuevas.
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