La información es poder. Si Francis Bacon se empapara un poco de lo que nos transmiten hoy en día ciertos medios quizá se retractara de su célebre observación. Tal vez, simplemente, la alargaría matizando: la información puede ser poder o puede ser un mal endémico que atrofie, colapse o incluso destruya neuronas. Siempre me gusta ratificar cualquier afirmación, llámese espíritu científico, llámese más bien deseo de no tergiversar, de no mentir. Acción, pues, resultante: encender la televisión. Reacción: deseo de apagarla de inmediato. Quizá la franja de horario no era buena. Casi sucumbo esa tarde. Comparación con una época anterior, no tan anterior, no hará tantos años: degradación. Subversión, viaje hacia un holocausto neuronal. Comunas de lujo en las que se analiza el comportamiento de personas nada ejemplares –a mi parecer– pero está visto que la elegancia dejó de ser esencial hará demasiado; tertulias sobre temas nada trascendentales sino más bien irrisorios, que se supone que deben entretener al ciudadano. Desprenden pavor en mentes sensibles. De esa materia tan profunda se hacen multitud de temas de conversación, y junto a Puccini, Nietzsche y otras personalidades sobre las que solemos hablar aparecen también una rubia que chilla más alto que nadie, que es un as ofertando improperios, un don Juan que se ha ganado adeptos al estar con alguien famoso por su trabajo, un grupo que destroza canciones o una no tan chiquilla que vende sus intimidades para acrecentar su cuenta. Luego nos sorprende que un niño –ser sumamente inteligente– quiera ser como ellos –se entiende que por desgracia no como Puccini o Nietzsche. Y, ¿qué le contesta un padre ante tal cuestión vital?. Alguno dirá que la dignidad no se vende por nada ni por nadie, otros, más prácticos o menos idealistas, que ojalá consiga ser un personaje mediático y vivir de todos sin hacer de nada.
TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS
-
Blogger Comment
-
Facebook Comment
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios :
Publicar un comentario